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VOLVER A UN LUGAR QUE NO EXISTE

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27 agosto 2023 - 9 marzo 2024

Qué: exposición individual «Volver a un lugar que no existe»

Quién: Paco Díaz

Cuándo: inauguración 09 de septiembre de 2023 a las 13:00 h

 

VOLVER A UN LUGAR QUE NO EXISTE 

El artista Paco Díaz Salas trae al MAC Florencio de la Fuente de Huete un proyecto que nace con la voluntad de tender puentes entre diferentes modos de percepción, donde la historia y la ficción se coproducen para generar realidades desde las que podamos empatizar con otros espacios y tiempos que pierden su linealidad. La exposición muestra una instalación compuesta por doce fotografías de gran formato que flotan sobre el suelo en el área central de la sala de columnas, junto con una composición pictórica realizada a partir de 25 lienzos que se integran con las paredes de la sala. 

Tanto los personajes como los paisajes representados en esta exposición se esfuman de los museos arqueológicos, desprendiéndose de su carácter patrimonial y sus pedestales para acudir a nuestro encuentro reconfigurando sus significaciones, entrando a habitar la sala de un museo de arte contemporáneo, que a su vez durante el siglo XVII fuera sala De profundis cuando el edificio era el Monasterio de la Merced de Huete. 

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Metamorfosis de la materialidad

La piedra es uno de los materiales que más vinculamos a la permanencia. Hablar de ella es atender a la historia del ser humano en su conjunto y, particularmente a las expresiones materiales de cualquier cultura a lo largo de los siglos. Paco Díaz toma como punto de partida para el desarrollo de sus preocupaciones conceptuales y plásticas a la piedra como testigo físico de la existencia del tiempo, llevándonos de la mano hacia una atmósfera conformada por rostros y paisajes en los que somos capaces de reconocer un tiempo ya perdido, una cultura originaria… que, sin embargo, se presentan ante nosotros como nuevos modos de percepción. La densidad del mármol se traslada a la imagen pictórica, en la que la dureza de la arenisca se pierde en la volatilidad de la fantasmagoría fotográfica. Estas transmutaciones de la materialidad, lejos de ser anecdóticas, determinan uno de los intereses del artista: construir puentes de percepción donde convergen lo etéreo y lo corporal. 

Este diálogo entre la levedad y la fisicidad tiene que ver a su vez con una relación que se genera entre lo iluminado y lo oscuro. Tanto las presencias personales como espaciales a las que asistimos en la exposición se ven desprovistas de un contexto para relacionarse únicamente con el vacío absoluto del que parecen emerger iluminadas, reclamando una atención poética diferente a través de la mirada, devuelta en el caso de “Fantasmas” y del pliegue o la huella en el caso de “Negro cielo”.  

 

La pupila como portal 

Paco Díaz Salas se interesa por devolver la mirada a quienes la han perdido, como si quisiera llevarlos a un estado más cercano a la vida, invitándoles a permanecer en el umbral que separa este mundo del otro. El artista madrileño pretende de esta manera, hacerles partícipes de la tierra que habitaron, siglos después de su paso por ella en forma de presencias espectrales.  

El interés por la representación de la mirada en la escultura y otras expresiones artísticas ha sido notable a lo largo de la historia. Los ojos han sido y son protagonistas de procedimientos y técnicas representativas, elaboradas desde el 3.000 a.C., en culturas como la mesopotámica, la egipcia, la griega, la romana, la japonesa, en la imaginería religiosa,y hasta nuestros días. Parece ser que la representación de la mirada requiere de una atención especial y diferente a la de otros atributos físicos. En la escultura recordamos el uso de minerales como el cuarzo, la caliza, la obsidiana… materiales orgánicos como el marfil o el hueso, la policromía… a través de muy distintos y complejos procedimientos, así como la orfebrería de plata, bronce y otros metales…  

Si la representación de los ojos ha tenido un papel singular en la Historia, de igual modo, la iconoclasia ha castigado a la mirada, por encima de cualquier otro rasgo humano, en pinturas, esculturas, relieves y demás representaciones durante siglos. Recordemos el Anciano de la Escuela de Rembrandt, dañado con ácido en 1977, pero también el Políptico de los siete trabajos de misericordia, víctima de una de las oleadas iconoclastas de 1851-52 y tantos otros casos que nos deja la historia del arte.  

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Destruir los ojos determina la más clara intención por alejar lo representado del plano de lo vívido, por hacer desaparecer su capacidad de interpelarnos. Los ojos son la cualidad física que más asociamos a la identidad personal. Deshacernos de ellos es provocar que esa identidad se desvanezca pero, aún más, anula la sensación de diálogo y, con ello, la relación entre iguales que representa a dos seres humanos que se miran mutuamente.  

El tiempo, por su parte, ha jugado también su papel en la borradura de atributos físicos sobre la policromía de la escultura y, en particular, sobre los ojos de hombres y mujeres retratadas. El pigmento de la pupila y del iris se deshace progresivamente, con lo que se apaga la vitalidad de la figura. Entonces acontece una escisión entre el espectador y la obra, un alejamiento emocional. La voluntad de Paco Díaz por reconstruir la mirada formula la posibilidad del reencuentro con estas entidades, hace que podamos creer un relato en el que mirar estas imágenes de rostros pétreos se parezca más a situarnos frente a un sujeto que frente a un objeto.  

 

Un bosque en el bosque 

Asistimos así, a un bosque de presencias que nos miran a través de la ficción de sus pupilas. Al entrar en la sala y bajar las escaleras, descubrimos algunas de ellas tras las enormes columnas. Viajeros del tiempo que parecen habitar este lugar. Una ilusión de frondosidad que emerge en el espacio expositivo nos invita a deambular entre las presencias verticales, e ir descubriendo lentamente este paisaje transitable donde tiempos, espacios e identidades se solapan. 

Acostumbrados a rodear y escudriñar las representaciones de personajes históricos que dormitan en las salas de exposiciones de nuestras instituciones, ahora son ellas quienes nos observan desde su oscuridad. En silencio aguardan que paseemos atravesándolas como lo haríamos entre transeúntes de cualquier calle en nuestra época. Esta sensación de inmersión provoca una ruptura de la percepción lineal a la que podemos asistir en la obra de pared, para introducirnos en una experiencia espacial donde el/la espectador/a marca su recorrido, pudiendo afrontar la instalación desde múltiples perspectivas que ofrecen diferentes estímulos reflexivos y emocionales.  

 

El pliegue como lugar 

El acto de pintar (del modo en que Paco Díaz pinta) sobre el motivo de una escultura, implica estar realizando una representación de lo que ya es una representación, lo cual, por un lado, parece un ejercicio de asimilación y reconocimiento personal de una realidad física; y, sin embargo, por otro lado, un progresivo alejamiento del motivo original que nos recuerda La traición de las imágenes de René Magritte. Este aspecto alude a uno de los intereses del artista, quien se preocupa por generar relaciones entre lo real, lo posible y lo inverosímil, como un mecanismo para repensar tanto nuestros relatos como los modos en que nos relacionamos con las imágenes.  

“Escribiré mi informe como si contara una historia, pues me enseñaron siendo niño que la verdad nace de la imaginación”. Úrsula K. Le Guin.  

La serie pictórica “Negro cielo” (2022) se extiende sobre el perímetro de la sala como un horizonte fragmentado, creciendo con la voluntad de generar la ilusión de un único paisaje, del que tan sólo alcanzamos a ver parte de él. Los cuerpos yacentes de nuestra cultura devienen territorio, una extraña horizontalidad que protagoniza la imagen para sugerir accidentes geográficos donde el pliegue y la huella del tiempo emergen como características ineludibles. La transmutación de corporalidad-verticalidad en espacialidad-horizontalidad, implica de nuevo un ejercicio de resignificación de la materia, donde la piedra tallada parece querer atravesar los límites de la temporalidad para volver a ser formación rocosa. Pero el retorno no es completo, la huella cultural permanece necesariamente en las formas esculpidas y nos encontramos con nuevos modos de habitabilidad en la mirada.  

Si la relación de la composición pictórica con el espacio expositivo es más bien rizomática y expansiva, lo que acontece en el interior de estas pinturas tiene más que ver con la creación de espacios de intimidad que se dan gracias a los primeros planos y detalles de sus formas. Las telas marmóreas tornan en sábana y cobijo para el/la espectador/a, que recorre volúmenes y distancias embebidas de la densa extrañeza que provoca aquello que sólo podemos reconocer a medias. En palabras de Deleuze “es preciso llegar a plegar la línea para constituir una zona donde sea posible residir…” En esos pliegues se entrevé una capacidad de ralentizar el tiempo, de recorrer espacios interiores: repechos y grutas que nos permitan acercarnos a una atmósfera pre-cosmológica nueva, desde la que preguntarnos por lo que nos rodea y adentrarnos, libres de asideros, en el horizonte lunar de Paco Díaz Salas. Y es que volver a un lugar que no existe es asomarse a una noción del tiempo donde lo recordado y lo deseado se vuelvan cómplices de una realidad particular. 

Mario Guixeras 

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BIBLIOGRAFÍA: 

ADELL, ANA. (2022) De paseo por los limbos. Girona: WunderKammer

BARRANCO CRESPO, Mª TERESA. (2023) Evolución de procesos técnicos en la creación escultórica de ojos hiperrealistas: desde las técnicas tradicionales hasta la creación digital. Tercio Creciente 23: Madrid.

BENJAMIN, W. (2005), Los pasajes, Akal, Madrid.

DE LA CRUZ LICHET, VIRGINIA. (2014) Imagen latente: in memoriam. Revista Comunicación 31: Medellín.

FOUCAULT, Michel, Ceci n´est pas une pipe, (1973), Montpellier: Fata Morgane. Traducción al castellano: Francisco Monge, Esto no es una pipa, ensayo sobre Magritte, (1981), Barcelona: Anagrama.

FREEDBERG, DAVID. (2017) Iconoclasia. Historia y psicología de la violencia contra las imágenes, Vitoria-Gasteiz-Buenos Aires: Sans Soleil.           

IVARS, Joaquín. (2018) El rizoma y la esponja. Melusina. España.

LE GUIN, ÚRSULA. (2018) La mano izquierda de la oscuridad. Barcelona: Minotauro.

PORTELA FERNÁNDEZ, CÉSAR. (1982) La piedra: historia del hombre. Museo de Pontevedra: Pontevedra.  

Lugar

MAC Florencio de la Fuente
Plaza de la Merced 1
Huete, Cuenca 16500 España
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